Muchos la llaman «la Ciudad del amor» y no es para menos; París es una de esas ciudades del mundo que pocos detractores puede tener. Calles antiguas y perfectamente conservadas, escaparates espectaculares, suelos de madera y chimeneas vintage prácticamente en todas las casas… ¡aiinnsss! Es cierto que durante un tiempo le tuve cierta manía a la ciudad pero he estado allí en este puente y me he reconciliado con ella, como no podía ser de otro modo.
Dentro de todos los recorridos, para los amantes de la joyería hay un lugar que es visita obligatoria: Place Vendôme. En esta plaza están todas las marcas que llevan años y años haciendo joyas de lujo, de ésas que brillan tanto que a cualquiera «se le van los ojos». Además por estas fechas la plaza está decorada con árboles de Navidad y muchas luces, sin duda es un lugar recomendable para ir que además está muy céntrico y bien comunicado con muchos puntos de interés turístico.
Pero no sólo esta plaza esconde tesoros y es que la capital francesa posee muchos rincones con elementos de incalculable valor. En el Louvre, uno de los museos más importantes del mundo y en el que cualquiera puede perderse, también hay una pequeña oda a la joyería y la gemología en la galería de Apolo. Allí hay muchos elementos de los reinado sde Luis XV y Luis XVI, entre ellos el diamante Regente, un célebre diamante único en el mundo por su tamaño y su pureza, que incluso Napoleón lucía en su espada y que se puede ver en la foto de portada de este post.
Serían necesarios muchos días para poder ver con detalle todos los tesoros de París y todas las preciosidades que esconden los anticuarios y museos. Tareas para la lista 



